Hay películas que te sacuden.

Y hay otras que te escupen en la cara.

“El club de la pelea” es de las segundas.

No es una oda a los golpes.

Es una declaración de guerra al sistema que te tiene castrado y agradecido.

Trabajás para pagar muebles con nombres escandinavos. Comprás zapatillas que nunca usás para correr. Subís fotos con filtros para que te digan que sos feliz...

"Somos esclavos de las cosas que compramos, de las deudas que firmamos y de los likes que mendigamos."

Pero lo más jodido no es eso.
Lo peor es que lo sabés.
Y no hacés nada.

La trampa:
El personaje de Norton lo tenía todo.
Un departamento minimalista. Una vida “correcta”.
Y un insomnio que lo estaba matando por dentro.