¿Te pasó alguna vez sentir que sos un fraude?

Como si en cualquier momento alguien se diera cuenta de que no tenés idea de lo que hacés… y te echara de tu propia empresa.

Bienvenido. Estás en la manada correcta.

No sos un lobo disfrazado de cordero. Sos un lobo que se olvidó de aullar.

El famoso síndrome del impostor es ese murmullo interno que te susurra que todo lo que lograste fue suerte. Que no estás a la altura. Que no sabés nada. Que estás actuando.

Y lo más jodido: cuanto más alto llegás, más fuerte grita esa voz.

¿Querés saber cómo suena?