No es un curso, es la puta transformación
La formación se vende cambiando vidas.

A nadie le importa cuántos módulos tiene tu curso.
A nadie le calienta si viene con PDF, certificado o soporte por Telegram.
Lo que quieren es dejar de sentirse una mierda.
Lo que quieren es cambiar su realidad.
Lo que quieren es la solución a su frustración.
¿Y vos les estás hablando de las lecciones en vídeo?
¿Querés vender? Deciles primero lo que van a conseguir. Cómo se van a transformar. Después, si acaso, lo que incluye.
No vendés “un curso de Instagram”.
Vendés dejar de sentirse invisible y convertirse en alguien "amado".
No vendés “un curso de productividad”.
Vendés dejar de sentirse culpable. Vendés libertad y tranquilidad.
No vendés “formación para coaches”.
Vendés que consigan clientes, que no parezcan desesperados, que se transformen en líderes.
Estás vendiendo una nueva identidad. Una nueva vida.
Pero vos seguís ahí, con la venta blandita.
Hablando como si fueras Wikipedia.
Y después llorás porque no hay conversiones.
Mirá, con independencia del sector, los grandes lo saben:
Ikea no vende muebles. Vende orden y estilo.
Apple no vende ordenadores y móviles. Vende estatus y pertenencia.
¿Sabés que vende Amazon? Rapidez en calmar antojos.
La cuestión es esta: Tenés que meterte en la cabeza de tu cliente y mostrarle un antes y un después.
Como hice yo.
Cuando entendí que nadie quería una “consultoría de marketing”, todo cambió.
¿Sabés qué quieren?
Que alguien con 30 años en el negocio les diga por dónde ir, qué cortar, cómo cobrar más, y cómo dejar de depender de anuncios que no funcionan.
Y así transformar su vida en algo mejor.
Y eso vendo.
Y vos deberías hacer lo mismo.