Una tienda online que vende ¡en un disquete de 3½”!
Antes de Shopify, antes del pixel, antes del carrito… ya estaba vendiendo online con HTML escrito a mano y una oferta clara.

La primera tienda online que armé ni siquiera tenía carrito.
Tenía 23 años, una 486, y el hambre de un tipo que quería salir del laberinto.
No había redes sociales. Ni WordPress. Ni tutoriales en YouTube.
Había que inventar.
Un amigo me preguntó algo que en esa época sonaba a ciencia ficción:
—Che ¿Podré vender repuestos de motos por internet?
Puff!!! Se me hizo agua el cerebro y me puse manos a la obra.
Le cobré 100 dólares y le armé una web con fondo gris, tipografía Times New Roman, y tablas en HTML.
Cada producto tenía una foto pixelada y un botón que decía: “Mandame un email si te interesa esto.”
¿Te reís? Bueno, esa web vendía.
Mucho más que algunas tiendas de hoy con efectos parallax, popups, animaciones y colores que parecen sacados de una rave.
Porque el tipo no tenía una web linda.
Tenía una web que hablaba claro:
Esto vendo
Así me contactás
Así me pagás
Simple. Directo. Sin vueltas.
Y eso, mi amigo, es lo que muchos no entienden:
Confunden “diseño” con “venta”.
Quieren una tienda “que impresione”.
Cuando lo que deberían pedir es una tienda “que facture”.
También para ser honesto debo decir que funcionó muy bien por dos motivos principales:
- No había competencia. Éramos cuatro locos en internet.Literal. No estoy exagerando. Pusieras lo que pusieras, salías primero en Yahoo.
- Podíamos hacer SPAM sin culpa. Agarrábamos un Excel con 3.000 emails y ¡pam! Mandábamos la oferta sin pedir permiso a nadie.No existía la LOPD, ni la RGPD, ni el consentimiento informado. Era el salvaje oeste digital.
¿Fue ético? Ni idea. ¿Fue legal? 100%
¿Funcionó? Como loco.
Hoy las reglas cambiaron.
Pero el principio sigue igual:
Lo simple vende. Lo claro convierte. Lo directo factura.
¿Querés una tienda que facture en vez de una obra de arte?
Pedí consultoría. Si hay hueco libre, estás de suerte. Reservá acá antes que otro te lo saque.