El sexismo selectivo: Por qué Škoda se salva con Kortajarena (y se hundiría con una modelo en bikini)
Hay cosas que nadie se anima a decir, así que las digo yo.
El último anuncio del Škoda Kamiq con Jon Kortajarena es un ejemplo perfecto de la hipocresía de nuestra época.
Escena clave: él se asoma, sonríe, lanza un “¿vas para el centro?” y la chica queda derretida en una cara de babosa que roza la caricatura.
Todo está planteado como un guiño simpático.
Y claro, porque el objeto sexual es un hombre… nadie se escandaliza.
Ahora, invirtamos los roles:
Si la protagonista fuera una modelo en minifalda y el que pusiera esa cara fuera un tipo cualquiera… el spot ya estaría retirado y Škoda pidiendo perdón en todos los periódicos.
Eso no es igualdad. Eso se llama doble moral de manual.
Lo que nadie quiere admitir
La publicidad siempre jugó con la atracción sexual. Y funciona.
Yo lo vi de cerca.
Cuando estudiaba en la Universidad de Buenos Aires, en la asignatura de comunicación, analizábamos abundantes ejemplos:
- Los vaqueros Jordache con Patricia Sarán.
- Los cigarrillos Philip Morris con Rebecca Cramer en el Lavadero.
No eran pornográficos, eran sugerentes. Inteligentes.
Y ¿sabés qué? Funcionaban.
Ellos las deseaban.
Ellas querían parecerse.
Resultado: ventas que se disparaban.
La fórmula estaba clara: sexo vende.
Pero ojo, bien ejecutado, con gusto y estrategia, no con vulgaridad.
La pregunta incómoda
Entonces… ¿por qué cuando una marca usa a un hombre como objeto sexual lo celebramos como “fresco y divertido”, pero si lo hace con una mujer lo crucificamos como “machista y retrógrado”?
La respuesta es incómoda:
Porque el marketing no se mueve por ética, se mueve por lo que socialmente conviene vender.
Hoy la corrección política dicta qué es aceptable y qué no.
Y si te sales de la línea, te queman vivo.
Excepto si el objeto sexual es un hombre.
Ahí no pasa nada.
El verdadero lobo entiende esto
Un lobo no se engaña con la moral de escaparate.
Entiende que la publicidad no es un espejo de la sociedad, sino un arma para manipularla.
Škoda no está innovando con Kortajarena. Está usando un recurso tan viejo como los carteles de los años 80.
Solo que lo presenta con la etiqueta “moderna” y “cool” que encaja en la agenda actual.
Y ahí está la ironía: lo que antes era criticado como cosificación, hoy se celebra porque cambió el género del objeto sexual.
La cuestión es esta: el mercado no castiga el sexismo, castiga a quien lo usa sin la bendición de la moda social del momento.
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