Tal vez llegaste a este blog porque estabas harto de LinkedIn, de reels motivacionales, de influencers con anillos de luz.

O porque Google entendió la indirecta cuando buscaste “estoy harto del marketing”.

La cuestión es que empiezas a leer un artículo que más o menos te cuadra...

...llegas al final y, para bien o para mal, te remueve algo.

Algo que te deja picando, pensando más o menos en alguna de estas opciones...

  • ¡Joder. Esto es oro puro!"
  • "¿Esto es todo lo que sabe?"
  • "¡Pero cómo puede escribir esta basura!"

Entonces... te dan ganas de escribir tu opinión.

Pero... no hay caja de comentarios.

Y no, no es un error.

Es una decisión. Fría. Calculada.

Y profundamente honesta.

El ego enmascarado de los comentarios

La mayoría de los comentarios en blogs no son conversaciones.

Son performances.

Gente intentando demostrar que sabe más que el autor.

O aplaudiendo para quedar bien.

O peor: escribiendo pensando en cómo los va a ver “el resto”.

Porque el comentario es público.

Y como es público, no estás hablando conmigo.

Estás actuando para el rebaño.

Y ese teatro, sinceramente, no me interesa.

Si tenés algo que decirme, decímelo a la cara

No necesito likes disfrazados de halago ni debates de salón con gente que nunca va a mover un dedo en su negocio.

¿Quieres decirme que estoy equivocado? Genial.

¿Quieres compartir tu experiencia? Perfecto.

¿Quieres putearme con respeto? Aplaudo tu valentía.

Pero hazlo desde un lugar real. Cara a cara.

Para eso, los 137 lobos que a día de hoy están en La Manada Privada tienen una línea directa.

Conmigo. (Y con Ángela Satz, que escribe sobre Bitcoin.)

Ahí se comenta, se discute, se debate.

En confianza. Sin buscar likes.

Este no es un blog normal. Y tu tampoco deberías ser un lector normal.

Si algo de lo que lees en el blog te remueve algo, muévete.

No me dejes un corazoncito.

No me digas “gracias por este contenido”.

Haz algo. Aplícalo.

Revienta tu negocio.

O, mejor, entra en La Manada y hablemos de verdad.

Porque estoy seguro que si sos Lobo tienes algo que vale la pena decir.

Y quiero escucharlo.