En 2017, un tipo se sentó frente a su portátil con una idea millonaria.
Quería lanzar una herramienta para e-commerce que automatizara emails según el comportamiento del usuario.
Tenía algo de dinero ahorrado.
Tenía ganas.
Tenía tiempo.
¿El problema?
No tenía categoría.
No me refiero a que la idea no fuera buena. Me refiero a que nadie sabía lo que era, ni lo que hacía, ni por qué la necesitaban.
Resultado:
Cero líneas de código.
Cero clientes.
Cero ingresos.
Mientras tanto, la cuenta bancaria sangraba y su pareja lo miraba con cara de “esto es una boludez”.
Spoiler: lo era. (Y el boludo era yo).
¿Te suena?
Tal vez no tenés mucho dinero ahorrado…
Pero seguro tenés una idea.
O un negocio que anda en primera cuando vos querés meter quinta.
Y si te soy brutalmente honesto, el problema no es el producto.
El problema es que estás tratando de crear demanda donde no hay hambre.
Intentás vender caracoles con manteca y ajo… A turistas irlandeses que sólo quieren lasaña.
La categoría manda, no vos.
No sos Zuckerberg.
No sos Steve Jobs.
Y tampoco tenés que serlo.
Ellos pudieron crear nuevas categorías porque tenían millones para educar al mercado.
Vos necesitás algo más simple: meterte en una categoría que la gente ya entienda, ya consuma y ya quiera.
Así de fácil. Así de jodido.
¿Qué demonios es una categoría?
Una categoría es una casilla mental.
Una forma rápida de etiquetar lo que hacés.
Si te presentás como “Facilitador de Transformaciones Digitales Cuánticas” y nadie entiende qué vendés… perdiste.
Ahora, si decís: “Te ayudo a vender más con tu tienda online”, ya jugamos en otra liga.
No suena glamoroso.
Pero vende.
La cuestión es esta: “No fracasan las ideas. Fracasa la forma de venderlas.”
¿Qué hago entonces, Seba?
Te doy tres caminos para empezar:
- Identificá tu categoría real. No lo que te gustaría ser. Lo que ya existe y la gente entiende.
- Sumale tu diferencial. No sos un coach. Sos un coach para emprendedoras que odian las redes sociales.
- Revisá si hay demanda. No intentes abrir una heladería en la Antártida.
¿Querés un consejo que no te va a dar ningún gurú?
Que haya competencia es una buena señal.
Significa que la gente está gastando dinero ahí.
Y si lo hacen, podés meterte.
Y si te metés bien, podés destacarte.
Y si te destacás, podés ganar.
¿Sentís que estás vendiendo algo que nadie entiende o nadie quiere?
Pedime una consultoría y lo destrabamos juntos.
Eso sí: hay pocos huecos y se agotan rápido.
Si ves que hay sitio libre, aprovechalo.
Y si no, bueno… te tocó la lasaña fría.