Tenés una biblioteca llena de promesas que no cumpliste.

“Los 7 hábitos…”, “Piense y hágase rico”, “El poder del ahora”.

Te sabes las frases de memoria, pero vivís igual que siempre.

Solo que ahora usás palabras más elegantes para justificar tu mediocridad.

¿La verdad?

No te estafaron ellos. Te estafaste vos.

¿Sabés por qué?

Muy fácil...

Leer no es cambiar

Los libros de autoayuda son porno emocional.

Te dan el orgasmo mental de “sentirte mejor”… sin mover un dedo.

Es como ver videos de gimnasio mientras te clavás una pizza.

Ilusión de acción.

Sensación de avance.

Pero en el fondo, sabés que no hiciste nada.

Tenés una rutina. De autoengaño.

Marcás con resaltador las mismas frases que ya subrayaste en el libro anterior.

Tomás notas que jamás vas a revisar.

Decís que estás “trabajando en vos”… pero es puro entretenimiento con disfraz de desarrollo personal.

Masturbación intelectual.
Te deja tranquilo… pero no embaraza a nadie.

No cambia tu cuenta bancaria.

No te da clientes.

No te pone en forma.

No te hace mejor persona.

Solo te hace sentir menos culpable por no actuar.

El lenguaje del estancado

“Estoy en proceso de crecimiento”.

“Estoy encontrando mi propósito”.

“Estoy afilando el hacha”.

“Estoy sanando”.

Frases de autoayuda que suenan profundo pero significan:

“Estoy evitando hacer lo que ya sé que tengo que hacer.”

Porque ya sabés.

Sabés cuál es el vicio qué tenés que dejar.

Sabés qué conversación incómoda tenés que tener.

Sabés cuál es el paso que estás pateando hace meses.

Pero no lo hacés.

Entonces buscás otro libro.

Sos adicto a la “revelación”

Esa frase que “te cambia la vida” por cinco minutos.

Hasta que la olvidás.

Y vas a buscar otra.

Más cómodo leer sobre disciplina que tenerla.

Más fácil estudiar el éxito que arriesgarse a fracasar.

Querés la píldora. No el proceso.

Bienvenido al negocio de tus sueños rotos

La industria de la autoayuda factura miles de millones vendiéndote a… vos mismo.

La versión ideal de vos.

Más fuerte. Más exitoso. Más enfocado. Más todo.

Y vos comprás el pack completo con entusiasmo.

No te vendieron humo.

Vos lo empaquetaste, lo etiquetaste como “desarrollo personal” y lo revendiste a tu autoestima.

¿Y la fórmula secreta?

No existe.

El éxito no es una receta.

Es una combinación letal de:

  • trabajo sucio
  • decisiones incómodas
  • cagadas monumentales
  • y constancia en la rutina aunque te de pereza

Nada sexy.

Nada “posteable”.

Pero real.

El culto a la optimización

Tenés morning routine, journaling, hábitos atómicos y hacks de productividad.

Pero seguís sin lanzar ese puto proyecto.

Sabés todo.

Menos lo único que importa: hacer.

Así que ¡dale!, movete ya....

La transformación no es una epifanía. Es repetición.

Y eso no lo ponen en la contraportada.

Porque no vende.

Lo que cambia vidas no es un párrafo iluminado.

Es repetir lo aburrido hasta que se vuelva parte de vos.

Y eso… nadie lo quiere leer.

Por eso seguís comprando libros nuevos.

¿Crecimiento? ¿O excusa?

El “crecimiento personal” se volvió tu disfraz favorito para no hacer lo que toca.

Preferís estar “en proceso” que aceptar que el problema no es la falta de información…

…es la falta de pelotas.

La parte incómoda

¿Querés bajar de peso?
Comé mejor. Movete más.

¿Querés ganar más?
Mejorá tu oferta. Vendé más.

¿Querés una vida distinta?
Tomá decisiones distintas.

Y dejá de esperar que un autor bestseller lo haga por vos.

Hacete una pregunta brutal

Mirá tu estantería.

Sumá las horas de lectura.

Ahora preguntate:

¿Cuánto de eso se convirtió en resultados concretos?

Exacto.

Te estafaste.

Te vendiste a vos mismo el verso de que leer es hacer.

Y lo peor: sos buenísimo mintiéndote.

El único libro que necesitás es este que te recomiendo:

“Cómo dejar definitivamente de comprar libros de autoayuda”

Si lo estás Goggleando, no entendiste nada lobo.

Si querés dejar de autoestafarte y empezar a facturar de verdad, hacé lo que no hiciste nunca:

Empezá a hacer realidad tu idea.

La vas a romper.

De verdad

Sólo tenés que saber como comunicarla y a quién comunicarla.

Si hace falta, yo te oriento.

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