Querías ser tu propio jefe.

Y ahora trabajas más horas, ganas menos…
y encima no tenés a quién echarle la culpa.

No es tu pareja.
No es el algoritmo.
No es el mercado.

Eres tú.


La gente habla de libertad como si fuera un premio.

Pero en los negocios, la libertad no se hereda ni se compra: se gana con disciplina.

¿Querés tener tiempo?

Entonces vas a tener que renunciar al entretenimiento barato.

¿Querés tener clientes?

Entonces vas a tener que hacer cosas incómodas: vender, escribir, grabarte, exponerte.

¿Querés no volver a tener un jefe?

Entonces asume el rol de ser el tuyo. Y exígite en serio.


Muchos emprendedores no están construyendo libertad.

Están construyendo otra jaula con mejor vista.

Postean, diseñan, editan, contestan correos… pero nunca se detienen a preguntarse:

¿Esto me acerca o me aleja de la vida que quiero?


La libertad real no es un número en la cuenta.

Es poder decir:

  • “Hoy no trabajo.”
  • “No necesito este cliente.”
  • “No tengo que pedir permiso para nada.”

Y esas frases, te aviso…

No las vas a poder decir si sigues posponiendo lo incómodo.

¿Esto te encendió?

Hay más. Gratis. Sin filtros. Solo para quienes se atreven a entrar a La Manada Privada.

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