En 2016 me confié.
Tenía al cliente más grande que había conseguido hasta ese momento: una empresa de reaseguros eléctricos internacional.
Todo iba perfecto… hasta que otro lobo más astuto apareció con una sonrisa, una promesa y un contrato bajo el brazo.
Me lo sacaron en una semana.
Y no por precio.
Por inteligencia estratégica.
Desde ese día, dejé de ser proveedor y empecé a ser pastor lobuno.
La lealtad es un mito que repite el que nunca perdió un cliente
¿Tenés “clientes fieles”?
Ja.
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