No es broma. Literal.
La Unión Europea definió cuánta curva puede tener un pepino para ser legal.
Si eso no te hace dudar de tu adultez ciudadana, estás en el horno y te va a comer con papas.
Porque este delirio no es aislado. Es parte de un plan bien aceitado para que vos —sí, vos— sigas creyendo que necesitás un permiso para vivir.
Bienvenido al Jardín de Infantes Nacional
Todo empieza con una mentira elegante: “Es por tu bien.”
Y así, sin que te des cuenta, dejás de ser ciudadano y te convertís en niño.
Te dicen qué podés fumar, qué podés comer, cuánto podés ahorrar y hasta qué pensar sobre tu propio cuerpo.
No seas ingenuo.
Esto no es protección.
Es infantilización sistémica.
El síndrome del Papá Estado
Te cuidan, te controlan y te castigan como si tuvieras 7 años y te hubieras portado mal en el recreo.
- No podés elegir tu tratamiento médico.
- No podés invertir sin permiso.
- No podés prender una bombilla que al Estado no le gusta.
¿Te das cuenta?
La trampa perfecta: “es por tu seguridad”
Te lo venden como progreso.
Pero es jaula de terciopelo.
Y adentro te dan todo… menos la llave.
Te empujan al pensamiento perezoso:
“Si lo permiten, será que está bien.”
Y ahí, cordero, perdiste.
Porque si no podés elegir equivocarte, no sos libre.
Sos mascota. Con correa y todo.
El ejemplo más ridículo (pero real)
En Reino Unido, si tirás un papel fuera del tacho te pueden multar y mandarte a un curso de reeducación.
Sí, como si fueras un perro mal adiestrado.
Mientras tanto, el Estado que te “educa” imprime dinero como si fuera papel higiénico, endeuda generaciones y te dice que tomes leche vegetal para salvar el planeta.
El gran cuento del “bien común”
Te hablan del bien común como si fuera una abuela sabia y justa.
Pero detrás hay burócratas que no te conocen, no te representan y no pagan el precio de sus errores.
Y que, si pudieran, medirían el ángulo de tu cepillo de dientes por normativa europea.
La solución no es fácil. Pero es simple:
Empezá a pensar como un adulto.
- Cuestioná todo lo que huela a “por tu seguridad”.
- Tomá tus propias decisiones. Aunque estén mal.
- Armá redes. Usá tu cerebro. Elegí.
Porque cuando dejás de elegir… elegís obedecer.
“La libertad incluye el derecho a cometer errores.” — Milton Friedman
Y si eso no te convence, pensá esto:
Prefiero equivocarme con dignidad que obedecer como un idiota feliz.