A veces no necesitás un producto mejor.
Solo necesitás decirlo mejor.
Eso lo entendí cuando descubrí el poder de un buen slogan.
No es solo una frase linda para poner debajo del logo.
Es un arma.
Una que puede justificar precios más altos, generar deseo y filtrar clientes con solo cinco palabras.
Como dice Donald Miller en StoryBrand:
“La gente no compra el mejor producto. Compra el que entiende más rápido.”
Y un slogan es comprensión instantánea + emoción contenida + decisión justificada.
Vamos con ejemplos reales:
1. L'Oréal – “Porque tú lo vales”
No estás pagando una crema.
Estás pagando autoestima embotellada.
El precio alto se justifica solo.
“¿Por qué gastar más?”
“Porque yo lo valgo.”
Fin de la discusión.
2. Voll-Damm – “Si no cuesta, no vale la pena”
Posicionan su cerveza como la más fuerte, más intensa, cara…
¿El truco? Te hacen sentir orgulloso de pagar más.
Como si fueras parte de un club selecto que valora lo auténtico.
(Vos no tomás birra barata. Vos sabés lo que cuesta algo bueno.)
3. De Beers – “Un diamante es para siempre”
¿Querés justificar un anillo de 5.000 dólares?
No vendés piedras. Vendés eternidad.
Con esas cinco palabras, convirtieron un lujo en necesidad emocional.
4. Nike – “Just do it”
Uno de los más caros en ropa deportiva…
Pero el más claro en su mensaje:
No vendés zapatillas. Vendés decisión, coraje, movimiento.
5. Apple – “Think different”
No necesitás entender los procesadores.
Necesitás sentir que no sos como los demás.
Y por eso, pagás el doble sin que te duela.
¿Ves el patrón?
No te están vendiendo productos.
Te están vendiendo creencias, identidades, emociones.
Y todo empieza con una frase.
Con un slogan que condensa una gran idea.
Porque la cuestión es esta: El que domina las palabras, domina los precios.